Las vacaciones

Hay pocas cosas tan deseadas como las vacaciones. Mucha expectativa de descanso, sin horarios ni condicionamientos. En pocas palabras: la libertad de hacer y deshacer a gusto.

Para vacacionar se piensa con quién hacerlo: en pareja, con la familia, con amigos, solo. Se elige el lugar apropiado para realizar las actividades anheladas; despertarse sin alarma, cuando el reloj interno diga buen día; comer cuando surja el hambre; dormir cuando las energías así lo dispongan; hacer caminatas, y respirar los aromas de la naturaleza; usar ropa cómoda; transitar descalzos, buscando sentir con los pies, la textura en el andar; o tal vez se quiere unas vacaciones muy activas y ruidosas, para que los sentidos se saturen de estímulos, y la adrenalina fluya, motivando situaciones intensas. En cualquiera de estos casos, se busca sentirse activo y vivo.

Acompañar el deseo esperanzador de unas inolvidables vacaciones, con conductas que propicien el resultado deseado tal como asegurarse de elegir un destino con buenas referencias de confort, y cumplimiento de lo ofrecido, es un buen camino, pero no del todo certero, porque esto no garantiza que haciendo las cosas de una determinada manera, con un orden establecido, va a dar por resultado lo deseado, pero hay grandes probabilidades de acercarse a la meta.

Hay mucha energía dispuesta para el disfrute, demasiadas ganas embarcadas en este viaje al descanso o a la diversión, pero… ¿qué tan lejos vamos a viajar para lograrlo, cuánto pensamos gastar, que compañía será la mejor? Replanteémonos lo que son las vacaciones: pasar un determinado lapso de tiempo en un lugar, haciendo lo que se desea. El resto de las elecciones van a sumarse a la predisposición y estado de ánimo de los vacacionantes. 

Cuando se está de vacaciones se sale de la cotidianidad, de lo que propone lo diario, pero cada persona se traslada con sus miedos, sus mandatos, sus traumas, sus límites y sus placeres. La tranquilidad interna se elige como forma de vida, esto no quiere decir que no se transcurra por crisis vitales y momentos de inestabilidad emocional. La posibilidad de disfrutar no surge instantáneamente por estar de vacaciones, el bienestar se elige, implica resolver los conflictos, ver la posibilidad en el cambio, centrarse en superarse y buscar ser la mejor versión de cada uno.

Las vacaciones no sirven como escape de la realidad, ni para ignorar los conflictos cotidianos. Hay que aprender a valorar los logros alcanzados, a regocijarse y alimentarse de ellos.

Entonces, unas reconfortantes y exitosas vacaciones dependen de que cada persona esté predispuesta para poder compartir abiertamente, gozar del ocio, y disfrutar de lo que se elija, todo lo demás son medios para lograrlo.