Hacerse cargo

Aceptar los resultados y reparar las consecuencias en caso de ser necesario, es hacerse cargo de lo que genera elegir y llevar a cabo una conducta. Una característica de la responsabilidad es aceptar las consecuencias de los actos. Es una actitud psicológicamente madura asumir las responsabilidades que correspondan según el momento que toca vivir.

No es tarea fácil hacerse cargo de las obligaciones indeseables. Esta posición a veces incomoda y hasta llega a ser intolerable, pone a prueba la fortaleza psíquica, y por ende la tolerancia a la frustración personal, que produce sentimientos y emociones desagradables tales como angustia, ansiedad , impotencia, e ira, que participan en cada momento de las vivencias diarias, mientras se desarrolla la concreción de esta obligación. Una postura madura es aceptar con responsabilidad la actividad y tolerar la frustración que genera. 

La persona que asume la concreción de una obligación está siendo receptora de la confianza de otras personas. Esto ocurre en el área laboral, familiar, escolar, recreativa u otras; no cumplir con el cometido implica perjudicar y defraudar a otros que tienen expectativas, porque modifica la organización general, provocando en las áreas involucradas, desconfianza, inestabilidad, incertidumbre, pérdida de tiempo, caos y reorganización.

Pero hacerse cargo tiene su límite. Un exceso de responsabilidad puede ser perjudicial, porque la persona instalada en este lugar no sólo estaría asumiendo su propia responsabilidad, sino también la que le corresponde a otro. De esta manera la persona no estaría ayudando al crecimiento emocional de los demás, y como efecto colateral, utiliza tiempo, energía, y pensamiento que tendría que focalizar en otras áreas personales. En estos casos habría que preguntarse a qué se debe la falta de compromiso del resto de las personas que no asumen su parte en las obligaciones, y por qué la persona hiper-responsable prefiere hacer todo.

Se puede considerar emocionalmente inmadura a aquella persona que no asume sus obligaciones, característica propia de niños y adolescentes, que adoptan estas posturas por que son seres humanos en crecimiento, que tienen registro mental y emocional parcial de las consecuencias e impactos de las mismas en los demás.

Ante un resultado no deseado la conducta característica de una persona inmadura emocionalmente, es la mentira o la negación total o parcial de lo acontecido, no haciéndose cargo de la situación. Esta conducta puede estar reforzada con la culpabilización de los demás, defendiendo esta postura hasta el borde del escándalo, si es necesario, porque no tolera los sentimientos y emociones que genera la frustración ante la exposición evidente de su irresponsabilidad.

En muchas ocasiones las peleas con distanciamiento son consecuencia de la intolerancia de una situación, que en vez de ser resuelta por medio del diálogo y la negociación, como lo haría una persona adulta, se recuelve por medio del alejamiento físico y/o verbal, priorizando los propios deseos y necesidades, en contraposición a la relación con otras personas y los proyectos en común.

La fantasía y la creatividad se ponen en funcionamiento cuando una persona que no asume sus responsabilidades para justificar su falta de compromiso. Es ahí cuando surgen las más elaboradas justificaciones para avalar el mal resultado. Es esta falta de criterio de realidad, lo que obnubila a la otra persona, la desestabiliza, y hace que se cuestione hasta lo incuestionable. Las personas de su entorno hacen un recorrido mental por todas las conductas recordables, tratando de encontrar esas situaciones señaladas como motivos del resultado no deseado, encontrando la nada como resultado final.

En el peor de los casos, la persona que no se hace cargo de sus conductas, no asume su participación activa en las situaciones, y culpa a otras personas del fracaso, generando un ambiente de despotismo, agresividad, y control, que puede llegar a situaciones patológicas de intransigencia extrema en caso que no se le obedezca en todos sus caprichos. A las personas en esta situación y a todo su grupo familiar, hay que ayudarlos mediante consultas a profesionales idóneos, que efectúen la consulta y les hagan un diagnóstico respecto a la persona y a la situación conflictiva familiar, dándoles la posibilidad de elección del mejor método de tratamiento para su caso. 

Con tratamiento Psicomediador se pueden trabajar los conflictos personales y mejorar los vínculos interpersonales, dando fluidez y movimiento al proceso de resolución del conflicto, siempre que haya predisposición para el tratamiento y voluntad de cambio de las partes.

Cuando los integrantes de un grupo, asumen individualmente su responsabilidad en el logro de objetivos generales, los proyectos a corto y largo plazo son factibles de concreción, de ajustes y modificaciones, porque hay compromiso personal, empoderamiento del proyecto, y conciencia grupal de que el resultado final depende de todos.