¿Pueden convivir la inteligencia artificial y la inteligencia emocional?

Mucho se habla de la inteligencia artificial, de sus pros y sus contras, de sus beneficios en rapidez, variedad y actualización permanente, la gran posibilidad de tener el mundo a disposición en un abrir y cerrar de ojos, como así también el temor  que en algún futuro no muy lejano, nos reemplace y domine. ¿Ficción o realidad?

La primera impresión es que la inteligencia artificial está a nuestra disposición para facilitarnos la existencia diaria, es suficiente acceder a un dispositivo conectado a un sistema informático para resolver con eficiencia situaciones laborales, médicas,  como así también su intervención en infinitas áreas con la participación de software, algoritmos, robótica, redes neuronales estratégicas, de reconocimiento y afectivas para imitar funciones cognitivas humanas, programas, aplicaciones, chips y sin fines de recursos existentes y por descubrir.

¿Pero te preguntaste en qué lugar se ubica el ser humano entre tanta información y velocidad?

Con un clic obtenés lo que querés, la respuesta es rápida, es YA, la satisfacción es lograda, el placer satisfecho y la inmediatez saciada. Sin saber te estás entrenando en la recompensa rápida, complaciendo a la ansiedad y disminuyendo la tolerancia a la frustración, pero esto no es todo, la información cambia y se actualiza segundo a segundo, todo lo que humanamente puedas hacer es poco e impacta en todo tu ser, en tu psiquis, tus órganos, tus hormonas y sobre todo tu sistema relacional.

El ser humano no está desarrollado para adaptarse y asimilar tantos estímulos juntos, el constante esfuerzo de tener que agudizar la atención, retener la infinita información y sostener el comportamiento compulsivo de estar conectado constantemente a las redes, va creando lentamente una adicción.

La persistencia en esta conducta a lo largo del tiempo puede generar en la persona adicción a las redes, comienzan a aparecer síntomas, ansiedad alta, trastornos del sueño y de alimentación, baja en la autoestima, desmotivación, agotamiento, irritabilidad, angustia, depresión, distracción y esa sensación de que “la cabeza no para de pensar”.

Gran parte del mundo está envuelto en esta adicción, pero hay una posible solución, primero es reconocerla y después saber que tenés en tus manos el poder de poner tus propios límites para que la tecnología se mantenga a tu disposición y no te domine:

 

  • Regular tiempo de exposición personal en las redes.
  • Encuadrar la búsqueda a temas precisos.
  • Seleccionar solo algunas fuentes acordes al encuadre programado.
  • Tolerar las sensaciones desagradables derivadas del sentimiento de frustración por no poder acceder y asimilar toda la información existente en las redes.
  • Concentrar la atención en el objetivo, no distraerse.
  • Aceptar que el recorte parcial de la información es suficiente para lograr el objetivo deseado.