Las celebraciones de fin de año

Para cada persona, llegar a fin de año significa algo distinto: un buen momento para hacer un balance, un motivo de encuentro, un acontecimiento religioso, añoranza por los seres queridos que ya no están, y al motivo se suman los estados de ánimo que todo esto genera, que confluyen en cenas y almuerzos organizados para compartir.

Reunirse en familia, entre amigos y conocidos, es una gran idea. Algunos se reencuentran después de mucho tiempo de no verse, y otros como algo que se vino dando durante todo el año; buen momento para ponerse al día respecto de los acontecimientos transcurridos. Para los niños encontrarse ya es una fiesta, los niños no necesitan mucho para divertirse, ellos se colman jugando y viendo juntos a su gente querida y si así no lo fuere, hay que replantearse qué se le está transmitiendo al menor, todos los días, en la crianza.

Las celebraciones cambian cuando comienza a faltar personas queridas, por elección o fallecimiento, y muy en el fondo está el sabor amargo de la añoranza y la tristeza, de esos buenos tiempos cuando todos estaban presentes.

Las fiestas sensibilizan, exponen, hacen surgir la humanidad, la solidaridad, la comprensión, el amor, el respeto, y la tolerancia; pero también las diferencias, las disputas, las frustraciones, los odios, y los rencores. Los más profundos sentimientos y emociones se enarbolan para formar parte de las reuniones, ayudados por bebidas espirituosas, y una sensación de querer dejar todo en el año que termina, para comenzar el nuevo sin lastre y con espíritu renovado. Es un ambicioso proyecto para realizar en tan poco tiempo.

Es frustrante si terminar el año se toma como la finalización de una etapa de doce meses, en donde las esperanzas de cambio y proyectos personales no concluyeron como se esperaba. Es entonces cuando surge la desazón, la desesperanza, el abatimiento, y hasta ira, que tarde o temprano va a hacer daño a la persona y al entorno. Para que esto no suceda se debe pensar que hay proyectos y cambios que duran más de un año, por lo que hay que seguir intentándolo, ser perseverante y no dejarse arrastrar por la vorágine de querer finalizar todo en diciembre.

Se llega a fin de año con el resultado de un proceso de meses de elaboración, lo que se tiene al final, es el recuento de vivencias y por eso hay que brindar, por lo que se logró, y también por lo que no se pudo, porque en ambas experiencias se aprendió algo , es decir que se creció.

Los mandatos, respecto a que significa ser feliz, hay que replantearlos, cuestionar los ideales perfectos y llegar a conceptos cercanos a cada ser humano, a cada forma de vida, y no tratar de alcanzar felicidades ajenas, satisfacciones dibujadas, ni éxitos prestados, cada uno tiene los suyos y hay que aprender a valorarlos y superarlos.

Entonces ¿qué se festeja a fin de año, para qué se reúne la gente, por qué se junta, qué es lo que quiere lograr?. La respuesta es simple: las personas buscan concretar fantasías de felicidad y unión, que a veces se cumplen y otras veces no; porque fin de año no es un fin en sí mismo, es un acontecimiento más en la línea de tiempo de la vida, entonces es acertado bajar las expectativas sobre los resultados de la reunión. Esto disminuye la ansiedad, y la angustia, y predispone a estar en el presente.

Hay que poner los sentidos a disposición de la situación de encuentro, para poder disfrutar del presente con las personas que se eligieron para la ocasión; alegrarse por lo que se tiene y por los que están; recordar a los que se fueron por lo bueno que pudieron dar; y a lo demás dejarlo ir, porque no aporta nada positivo a nuestro ser, y forma parte del pasado. 

Conclusión

  • Son un motivo de encuentro y diálogo.
  • Las fiestas pueden unir o desunir a las personas.
  • No se debe forzar los encuentros, ellos deben ser naturales pero organizados.
  • Cuidado con los mandatos familiares y sociales, puede ser que lo que era ya no lo sea.
  • Pasar las fiestas solo, puede ser una buena elección.
  • Hay tantas formas de festejos como personas.
  • Respetar la elección ajena, es querer y considerar a la otra persona.
  • Aprender a decir que no.
  • Aceptar el estado de ánimo personal y compartirlo. 
  • Una buena predisposición de cada integrante de la celebración, garantiza una excelente velada.
  • Todos son anfitriones.

Las fiestas no son ni el lugar ni el momento adecuados para diálogos profundos ni reproches. Hay muchos otros momentos para elaborar conceptos; hacer terapia es una opción para lograr la mayor armonía personal y con los demás.

La vedette de las fiestas son las emociones y los sentimientos, ellos participan sin invitación previa, brindan, bailan, y comparten en un sinfín de combinaciones, donde se rozan, se disfrutan, se enfrentan y hasta chocan, provocando los más disimiles estados afectivos, entonces……a disfrutarlos, porque están vivos, aquí y ahora.

MUCHAS FELICIDADES