No trabajo y estoy más tiempo en casa …
Una de las circunstancias que desorganiza bruscamente la dinámica familiar es cuando alguno de los adultos responsables deja de trabajar, ya sea porque cumplió con un ciclo laboral, ya sea por retiro, jubilación, despido, elección propia, o accidente (esta última opción va a ser tratada en profundidad en otro artículo).
La situación se complica si el trabajo era el objetivo de su vida, su realización y satisfacción personal, y la persona no tiene otros proyectos personales, y si al igual que su familia, no posee los suficientes recursos para solucionar esta realidad que les toca vivir. De estos casos me voy a ocupar ahora.
En el principio de la nueva convivencia, hay dos realidades: la primera es la que tiene la familia en su desenvolvimiento diario; y la segunda es la que tiene la persona que dejó de trabajar. Ambas realidades conviven bajo el mismo techo, pero una de las rutinas se modificó y modifica la dinámica del resto de las personas del grupo.
Juntamente con la reducción de la entrada económica, se evidencian otros cambios en la rutina del grupo familiar. Se producen modificaciones en los horarios del adulto que dejó de trabajar, ya menos condicionados, para acostarse, levantarse, y comer; tiene más tiempo para el ocio; para pensar; y tiempo para estar en su hogar. En ocasiones este lugar resulta extraño y hasta incómodo. En alguna ocasión deben haber escuchado: “a veces me siento un extraño en mi propia casa”.
Extrañeza, palabra llena de contenido, emociones y sensaciones, para la persona que está en su hogar después de haber terminado un ciclo. No sólo tiene cambios en hábitos y costumbres, sino también en las emociones y sentimientos. La persona se siente melancólica, triste y alegre a la vez, porque su proyecto de vida se terminó, y su autoestima se resiente y baja. Si sus recursos personales no son suficientes para afrontar el duelo, la persona comienza a tener conductas desorganizadas que no resuelven su situación actual.
Acomodarse y reorganizarse insume mucha energía destinada a pensar posibles soluciones para reestablecer la estabilidad perdida, este es un esfuerzo que genera sufrimiento personal y familiar. Según la estructura psicológica básica de cada sujeto pueden surgir síntomas como por ejemplo, modificación en el sueño, alteración en el carácter, irritabilidad, angustia, agresividad, control, dispersión, depresión, aislamiento, incremento de pensamientos negativos, e incursión en ámbitos nuevos con el objetivo de encontrar soluciones rápidas y mágicas.
Desde la perspectiva de la persona, puede suceder que no encuentre su lugar en el hogar, y su baja autoestima le incite a pensamientos negativos. Ante la dinámica de un entorno poco contenedor, siente que molesta, que las opiniones que emite están fuera de tiempo y lugar. Trata de integrarse a la rutina diaria del hogar y no lo logra. Puede sentir que lo rechazan, y llegar a cerrarse en sus propios pensamientos y así aislarse.
La familia, en una postura rígida, quiere seguir con sus quehaceres como antes del cambio, y no puede. Se siente invadida y condicionada por el integrante de la misma que cambió hábitos y costumbres, a quien no reconoce ni entiende, y quien a la vez opina, ordena y modifica la dinámica grupal.
Los síntomas en el seno familiar son múltiples, le pasa a los adultos y a los niño, a todos. El estrés los corroe, desenergiza, y modifica las voluntades. Los rendimientos, en las áreas de pertenencia de cada uno, disminuyen, y los resultados van paulatinamente para peor. Surge la distracción, la falta de memoria, los accidentes, las enfermedades y la desorganización general, y comienzan los llamados de atención de lugares ajenos a la familia, que marcan el deterioro.
En esta situación las partes están enfrentadas, son dos fuerzas contrapuestas, en una postura dura e intransigente que no es el mejor camino para la reorganización.
La familia no reacciona ante el cambio, y no entiende qué le pasa al familiar. No lo reconoce en su comportamiento, no sabe cómo relacionarse ni cómo tratarlo al igual que a la persona, porque el estrés de no poder adaptarse los está desgastando psicológicamente a todos. Se sienten acorralados y sin salida.
Todos los factores juegan un papel importante, y hay que considerarlos muy seriamente, porque es la diferencia entre la adaptación y reorganización familiar, o el caos, la crisis, y el fracaso vincular.
Una buena manera de comenzar la organización es por medio del dialogo, el respeto, la tolerancia y la empatía. Todas las personas del grupo están involucradas y modificadas, no hay víctimas ni victimarios. Todos están transitando un cambio y no pueden seguir igual que antes, tienen que encontrar la forma de adaptarse, y este esfuerzo, genera incomodidades.
La familia no puede reaccionar ante el cambio, y no entiende qué le pasa al familiar al que se le modificó su comportamiento,por lo que no sabe cómo cómo tratarlo. Lo mismo le pasa a la persona que dejó de trabajar y no encuentra el camino para relacionarse con su familia. La frustración es grande, y este gran esfuerzo sin resultados exitosos para adaptarse, se transforma en estrés que desgasta psicológicamente a todos. Todos se sienten acorralados y sin salida.
El maltrato psicológico o físico, no es una solución aceptable para la irritabilidad y la frustración que pueda generar la insatisfacción del momento de crisis que produce el duelo por la finalización de una etapa.
La integración de la persona al grupo y del grupo a la persona debe darse en un ámbito de fluidez y dinamismo. Ambos lados deben estar juntos, del mismo lado, abiertos y predispuestos a adaptarse aceptando los cambios.
El logro de acuerdos familiares consensuados que propician el proceso de cambio implica dejar de lado orgullos, intolerancias, competencias y antiguas costumbres, para encontrar la armonía y la solución.
Todos deben sentirse en igualdad de condiciones, deben entender que todos sufren, y que el sufrimiento humano no tiene categorías ni niveles. En mayor o menor medida el estrés del cambio afecta a todos, donde nadie tiene la culpa, pero todos deben ayudar guiados por el amor al otro.
Si en el hogar perciben estos síntomas es hora de pedir ayuda a profesionales idóneos en el tema, hay soluciones eficaces y duraderas para reconstruir una nueva familia con los mismos integrantes.