Un adolescente en la familia

Es una etapa, compleja y colmada de posibilidades, ofertas, y demandas, que están a disposición del adolescente para ser efectivizadas.

Para el adolescente que transita esta etapa, los cambios físicos y psicológicos son muchos y profundos, es un estado de desconcierto y descubrimiento, como así también de euforia y poder, todo junto en constante movimiento.

Niño o adulto, responsable o irresponsable, en un continuo movimiento de ida y vuelta que desconcierta a todos, a la familia, a sus pares y en especial a ellos mismos, porque se dan cuenta que en ocasiones pueden pensar y hacer cosas con responsabilidad y efectividad y en otros momentos reaccionan como niños con poca experiencia y un criterio de realidad, a veces, casi ilógico.

Se puede sentir el descontrol que genera el adolescente en su ambiente de pertenencia, la crisis es inevitable y la desorganización es la consecuencia. Los adultos responsables de los adolescentes no los entienden, no saben en qué momento tratarlos como grandes y cuándo como pequeños, y a todo esto se suma la reacción del adolescente que cuestiona y juzga la forma como lo tratan. La queja de todos es constante, y la disconformidad un estado diario.

En la crisis familiar surgen los desencuentros de la pareja, lo primero que generalmente aparece es la culpa, de quién es la culpa que el adolescente sea como es, y se plantean los temas más diversos, desde la clase de crianza que se le dio, hasta los tiempos dedicados por cada uno de los progenitores durante el crecimiento de su hijo, y lo más nocivo y para que la culpa quede bien localizada, a qué familia se parece el adolescente.

Surgen las más variadas y absurdas peleas generadas por el miedo a perder el control. Quién tiene la razón? Los adultos que intentan relacionarse con el adolescente y no encuentran el camino o el adolescente que manifiesta que no es comprendido por el resto de la gente? En razón a la convivencia propongo pensar la situación de forma diferente, no elegir una cosa o la otra, o sumarse a la causa del adulto o del adolescente, porque todos tienen razón y quieren y necesitan ser escuchados y entendidos, solo hace falta orientarse hacia el cambio que propone el crecimiento.

Los adolescentes necesitan límites flexibles que les permitan experimentar lo nuevo para dejarlos madurar, y a la vez mostrarles el camino con las suficientes opciones para que puedan elegir e ir descubriendo quiénes son, qué necesitan, qué quieren, y qué pueden.

El adolescente debe darse cuenta que sus cambios son muchos, y que las personas que lo rodean necesitan de su parte paciencia y tiempo para elaborar y procesar los nuevos hábitos y costumbres que exhiben, y los padres tienen que comprender que no hay de parte del adolescente intención consciente de molestar y provocar.

La clave para el entendimiento es el dialogo, hay que permitir escucharse, fomentar espacios de encuentro, y aceptar que para todos pasaron por lo menos 15 años, los hijos no son los mismos, y los adultos están también en otra etapa de crecimiento y maduración.

La crisis está instalada y hay que recibirla como posibilidad de cambio