Los mandatos
Lo que se aprende de niño, lo que se transmite de generación en generación, enseña cómo hay que relacionarse e interactuar, indica cuál es el camino para transitar la vida y en un futuro guiar a los hijos. Los mandatos, las normas, muestran lo que se debe hacer y lo que no, lo que está bien y lo que está mal, no desviarse de lo que debe ser es el lema de enseñanza.
En los primeros años de vida se actúa acorde a los mandatos aprendidos, y el entorno se encargar de marcar el rumbo acorde a lo que creen que se debe. Se puede afirmar que los progenitores crían a los hijos de acuerdo a lo que creen que es la vida.
Hay etapas, en el ciclo de la vida del ser humano, caracterizadas por su autonomía, como son la adolescencia y la adultez, en donde hacer lo que se siente y desea, en muchos casos, implica cuestionar y alejarse de los mandatos, infringiendo la ley de la crianza y de las costumbres familiares, en ocasiones se puede entender como desviarse del “camino correcto”.
El cuestionamiento de los mandatos puede derivar en dos resultados: un ambiente donde ante la crisis se propicie el diálogo y el debate, y se logre la unión con un acuerdo de convivencia; o un ambiente en donde no se aceptan los cuestionamientos y surjan el conflicto y la crisis personal y familiar, y como resultado, la ruptura y el alejamiento.
Cuánta contradicción, así es, así no es, cuál es la verdad? Quién tiene la razón?
Para quienes están en desacuerdo, en algunos conceptos o en todos, con la forma en que fueron criados, se preguntarán de qué manera se puede modificar esto, para poder avanzar y no quedar atrapado en las redes del mandato familiar y las crisis que se generan por la confrontación de ideas cuando el entorno no es lo suficientemente flexible.
En la búsqueda del equilibrio surgen muchas preguntas y respuestas que ponen en tela de juicio lo enseñado y lo aprendido, se confronta en el ser los mandatos familiares y sociales, acorde al momento histórico, social y económico, en el que se crece y se desarrolla.
Los mandatos del pasado eran muy rígidos y para toda la vida, en estos tiempos que corren los mandatos tienen otras características, son muy blandos y sin compromiso, en donde todo es relativo, todo es posible.
Los mandatos varían de familia en familia, de sujeto a sujeto de época en época, y de sociedad en sociedad.
Hombres y mujeres están condicionados, consciente o inconscientemente, por mandatos, instalados por hábitos y costumbres. Replantearse los mandatos favorece el aprendizaje, la madurez, y el crecimiento.
Conciliar el pasado con el presente, pudiendo proyectar un futuro, es una meta a alcanzar. Reconocerse como un ser único e irrepetible, autónomo y diferente, es un continuo proceso de cambio y acomodación.
Generalmente no se reconoce qué mandato influye en las decisiones, se cree fervorosamente que lo que se hace y se dice es correcto, y sin pensarlo fluye, pero en muchas ocasiones se reiteran conductas a pesar de que el resultado final de ese mismo accionar no es bueno para la persona ni para el entorno.
Es difícil diferenciar tres conceptos: la crianza, lo que se aprende fuera del ámbito familiar, y lo que se desea. Vivir en armonía, es un logro ambicioso, pero no imposible.
El primer paso para el cambio es identificar qué es lo que perturba, para esto se debe abrir la mirada conceptual personal, consciente e inconsciente, y propiciar el reconocimiento de los mandatos familiares y sociales, para poder elegir cómo actuar y qué decisiones tomar, para generar así una mejor calidad de vida para el sujeto y su entorno.